Nanotexturas para resolver un problema histórico
Un líquido lubricante capturado entre las nanotextura y la acción capilar evita la acumulación de residuos dejados por el agua
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Un reciente estudio arroja luz sobre la influencia de los icebergs en el medio ambiente gracias al uso de robots submarinos que documentaron su proceso de desintegración.
La Antártida, uno de los lugares más remotos y extremos del planeta, sigue siendo un territorio de misterio, pero también de revelación científica. En su vasto y helado paisaje, fenómenos naturales como el desprendimiento de icebergs pueden tener un impacto profundo y duradero en el equilibrio del medio ambiente. Ahora el iceberg A-68a, uno de los más grandes registrados, ha sido objeto de un estudio pionero que ha permitido a los científicos presenciar su colapso de cerca utilizando un robot submarino avanzado.
Así, lo que podría parecer un simple bloque de hielo a la deriva ha revelado datos cruciales sobre cómo el cambio climático está alterando no solo la geografía de la Antártida, sino también los sistemas oceánicos y la vida marina que depende de ellos. Sigue leyendo para descubrir cómo el último viaje de estos gigantes de hielo contribuye a alterar el mapa de los ecosistemas planetarios.
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Antes de hablar de las tecnologías empleadas, conviene tener en cuenta la magnitud del objeto de estudio original. El A-68a equivalía al 12 % de la barrera de hielo antártica. O lo que es lo mismo: cinco mil ochocientos kilómetros cuadrados que se escindieron de la masa principal en julio de 2017. Oficialmente, se consideró que este iceberg marino se había desintegrado por completo en abril de 2021.
Sin embargo, dos meses antes, en febrero de 2021, el equipo del British Antarctic Survey (BAS) emprendió una misión única para estudiar este coloso antártico antes de su último adiós. Los investigadores utilizaron dos planeadores submarinos autónomos, conocidos como Doombar–405 y HSB–439, que enviaron desde el buque RRS James Cook y pilotaron de forma remota a más de doce mil kilómetros de distancia con el apoyo de imágenes satelitales.
Estos planeadores, controlados en tiempo real, surcaron las aguas bajo el iceberg durante diecisiete días, recopilando datos esenciales sobre el impacto ambiental del derretimiento. A pesar de algunos desafíos técnicos, como la pérdida de uno de los equipos y las dificultades para maniobrar bajo el iceberg, los científicos lograron obtener valiosa información que ha permitido avanzar en la comprensión de los efectos de este tipo de eventos.
El análisis de los datos reveló que el A-68a se estaba desintegrando desde su base, lo que alteró una capa de agua fría conocida como winter water. Esta capa desempeña un papel crucial en la estabilidad del océano al actuar como barrera y evitar que los nutrientes más profundos, como el hierro y el sílice, lleguen a las capas superficiales.
El derretimiento del iceberg permitió que estas aguas ricas en nutrientes ascendieran y fertilizaran la zona, lo que potenció la productividad primaria, especialmente el crecimiento de fitoplancton. Este incremento beneficia directamente a organismos marinos como el krill, que constituye la base de la cadena alimentaria antártica. A su vez, el krill favorece el desarrollo de especies más grandes como peces, ballenas y pingüinos, lo que puede afectar al ecosistema local de maneras imprevisibles.
El derretimiento del A-68a pone de manifiesto un fenómeno creciente vinculado al cambio climático: la ruptura de grandes icebergs. Estos eventos alteran las condiciones oceánicas y tienen un impacto directo en la circulación de nutrientes, el intercambio de calor y carbono entre el océano y la atmósfera. Este fenómeno puede modificar la dinámica de las corrientes oceánicas de tal forma que los ecosistemas marinos y la biodiversidad de la región antártica se vean afectados. Al comprender mejor estos procesos, los científicos pueden prever cómo los océanos reaccionarán a los efectos del calentamiento global.
La investigación antártica ha experimentado un avance significativo gracias a la incorporación de tecnologías robóticas, que permiten explorar zonas remotas y de difícil acceso. En este caso, los robots submarinos han facilitado la recopilación de datos críticos sobre el impacto del cambio climático de una forma impensable en décadas anteriores. Estos avances no solo proporcionan un acceso más eficiente y seguro a los lugares más inexplorados del planeta, sino también unos datos más precisos y fidedignos para entender las transformaciones del medio.
El uso de las nuevas tecnologías, junto con la recopilación de datos en tiempo real, ofrece un nuevo paradigma para la investigación en ambientes extremos. A medida que los investigadores continúan desplegando más misiones similares, se espera obtener una imagen más completa de las dinámicas que afectan al continente antártico y de cómo estos procesos interactúan con el calentamiento global.
Sabemos que es difícil visitar la Antártida, a menos que seas un robot submarino, claro está. Sin embargo, la realidad virtual permite acercarnos a uno de los últimos ecosistemas vírgenes del planeta. Te lo contamos en este artículo sobre una experiencia inmersiva que te traslada a una estación de investigación científica del sexto continente.
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