Los motores de IA generativa se alimentan de la ingente biblioteca de información que hemos generado como humanos a lo largo de la historia: desde tratados de botánica del siglo XVIII hasta blogs sobre acupuntura o música urbana del año 2024. Sin embargo, a medida que su uso comienza a universalizarse, los sociólogos y lingüistas se plantean una pregunta: ¿hasta qué punto va a influir la inteligencia artificial en nuestra propia conducta y nuestra forma de ver el mundo? O lo que es lo mismo: ¿hemos empezado a aprender de la IA tal como ella ha aprendido de nosotros? Un reciente trabajo de investigadores de la Universidad Estatal de Florida apunta a que algo como nuestro lenguaje ya se está transformando.
En este artículo el lector no encontrará una profusión de términos como “sumergirse”, “vibrante”, “notable”, “indagar” o “crucial” que son lo que podríamos bautizar como “muletillas” de la IA. Tal como señalaba un estudio de la Universidad de Stanford, cada vez más, los artículos científicos incluyen términos habituales en los LLM o modelos de lenguaje masivos. Es decir, los investigadores echan mano de la IA para generar sus contenidos. Sabemos que los modelos priorizan una serie de términos estadísticamente probables. Y, si esos términos están presentes en los textos generados por IA que leemos a diario, ¿es probable que se produzca un efecto de refuerzo?
Un estudio reciente de la Universidad Estatal de Florida pone el foco en ese fenómeno: la convergencia léxica entre los hablantes humanos y los modelos de lenguaje como ChatGPT.
- Convergencia en el uso del vocabulario. Tras el lanzamiento de ChatGPT (2022), los corpus lingüísticos muestran que algunas palabras, construcciones o giros más frecuentes en las respuestas de la IA incrementan su frecuencia también en textos humanos.
- La clave está en la exposición continua. Los autores del trabajo señalan que, al leer, corregir o interactuar con textos generados por IA, los humanos interiorizan esos estilos y los replican en su propio habla o escritura.
- Y en el bucle resultante. Este fenómeno implica un bucle: la IA aprende del lenguaje humano → produce texto con ciertas características → los humanos adoptan esas características → la IA las refuerza en su entrenamiento posterior.
Por el momento, el estudio invita a una cierta cautela, puesto que no se ha demostrado una causalidad estricta más allá de las correlaciones advertidas en grandes volúmenes de datos.
En todo caso, el impacto de la IA no se reduce solo a la forma en que está evolucionando nuestro lenguaje, sino que podría alcanzar elementos más profundos de la identidad humana. Una encuesta del PEW Research Center en 2024 apuntaba a que la mitad de la población de EE. UU. consideraba que la IA iba a afectar a las capacidades cognitivas del ser humano. Y puede que no anden demasiado desencaminados.
El artículo Human Connection in the Age of AI, publicado por IE Insights, ofrece una reflexión sobre cómo la inteligencia artificial está reconfigurando los lazos sociales y la forma en que nos relacionamos. La tesis fundamental es clara: la conexión humana, entendida como una necesidad básica, corre el riesgo de debilitarse en un entorno donde las interacciones digitales sustituyen progresivamente las relaciones reales.
Los autores advierten que la capacidad de empatizar y conectar con otros funciona como un músculo: si no se ejercita mediante la presencia y la conversación genuina, se atrofia. A medida que las plataformas y los asistentes inteligentes se vuelven más atractivos y personalizados, el tiempo dedicado a los vínculos humanos disminuye, lo que puede derivar en mayores niveles de aislamiento, ansiedad o desconfianza.
El texto también apunta a una fragmentación cultural inducida por los algoritmos. Mientras antes los medios tradicionales creaban un marco común de referencia, en la actualidad los sistemas de recomendación mediante prompts pueden generar burbujas de información que erosionan la comprensión compartida y la cohesión social.
Ante este escenario, se está produciendo una reacción social que en ocasiones busca recuperar la idea de una pureza previa a la era ChatGPT. Es el caso de una nueva editorial de “libros orgánicos” fundada en el Reino Unido para publicar libros redactados íntegramente por humanos, según cuenta The Guardian.
Se trata de dudas legítimas. Al fin y al cabo, si todos los contenidos de internet acaban siendo obra de la IA, es posible que los LLM se acaben autocanibalizando al alimentarse de sus propias respuestas. Es lo que se ha bautizado como trastorno de autofagia de modelos (MAD, por sus siglas en inglés).
La respuesta, si es posible ofrecer algo remotamente parecido, quizá resida en los corredores que se dieron al running en los años sesenta del siglo XX. Al principio fueron objeto de burla: veníamos de una sociedad en la que el ejercicio físico era habitual en la agricultura o la industria. El problema era que las nuevas actividades económicas habían instaurado el sedentarismo y la realidad acabó imponiéndose: había que crear nuevas prácticas deportivas para mantener el tono muscular y las condiciones cardiorrespiratorias.
Es probable que algo así pase con la IA y empiecen a proliferar “gimnasios mentales” o programas de entrenamiento para mantener las funciones cognitivas, sin perder de vista un café en persona para ponerse al día con nuestro círculo social.
Por lo pronto, el avance de la inteligencia artificial es imparable y toda la sociedad tendrá que “sumergirse” en este cambio “crucial” y “notable”. Si quieres conocer más ejemplos de esta realidad, te recomendamos este artículo con algunas reflexiones de gran interés sobre el impacto de la IA en el empleo y nuestro papel en este nuevo mundo.
Fuentes:
David es periodista especializado en innovación. Desde sus primeros tiempos como analista de telefonía móvil hasta su faceta de Country Manager de Terraview, una startup de IA aplicada a viticultura, ha estado apegado a la innovación y las nuevas tecnologías.
Es colaborador de El Confidencial y en medios culturales como Frontera D, siempre desde la convicción de que lo humano y lo tecnológico pueden (y deben) ir de la mano.