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Impresión 3D para los muy cafeteros: los posos de café como material biodegradable
El uso de residuos como los posos de café para el cultivo de micelio permite crear envases y otros materiales biodegradables para la construcción y otras aplicaciones.
Una antigua práctica supersticiosa consistía en utilizar los posos de café para predecir el futuro. En el I’mnovation-Hub somos más de ciencia, pero también creemos que parte del futuro de la sostenibilidad podría encontrarse en los posos de café que desechamos cada mañana. Nos referimos, claro está, a su uso en la producción de envases y nuevos materiales de construcción biodegradables. Esa es la premisa de una investigación llevada a cabo por la Universidad de Washington que está abriendo nuevas posibilidades para sustituir plásticos y espumas sintéticas mediante el uso del micelio, la estructura subterránea de los hongos.
El micelio es un entramado de filamentos fúngicos que crece de forma natural en el subsuelo. Al alimentarse de residuos orgánicos, como restos de madera, cartón o incluso posos de café, forma estructuras densas y ligeras que, al ser deshidratadas, adquieren propiedades similares a las del poliestireno o el cuero. Lo que hasta hace poco era una curiosidad biológica se perfila hoy como un prometedor biocompuesto para la fabricación de productos y materiales de construcción sostenibles con menor huella de carbono.

Del hongo al objeto: la alianza de micelio e impresión 3D
El proyecto desarrollado por investigadores del Center for Digital Fabrication de la Universidad de Washington va un paso más allá: combina el micelio con técnicas de impresión 3D para crear materiales con formas complejas y funciones personalizadas. A diferencia de otros métodos en los que el micelio crece dentro de moldes rígidos, este enfoque permite imprimir estructuras flexibles que se colonizan posteriormente con hongos, lo que da lugar a piezas biodegradables con geometrías optimizadas.
El proceso comienza con un gel impreso en 3D que incorpora nutrientes y residuos orgánicos, concretamente posos café y harina de arroz. Este sustrato sirve como guía para el crecimiento del micelio, que se expande siguiendo las líneas de la impresión. En tan solo cinco días, los hongos colonizan completamente la estructura, que posteriormente se seca para detener el crecimiento y estabilizar el material.
Esta técnica no solo ofrece una forma más eficiente y adaptable de producir objetos biodegradables, sino que también abre la puerta a la fabricación descentralizada: cualquier comunidad con acceso a residuos orgánicos y una impresora 3D básica podría producir sus propios materiales sostenibles. Al final de su vida útil los objetos producidos se pueden desechar sin problemas, ya que son biodegradables y compostables.
Además, el micelio impreso en 3D muestra una sorprendente versatilidad. Dependiendo del tipo de hongo y del sustrato empleado, es posible obtener materiales con propiedades mecánicas distintas: más rígidos, más elásticos o con mayor resistencia a la humedad.
Esta personalización es clave para su aplicación en sectores como el embalaje, el diseño industrial, la construcción e incluso la moda. Así, entre los diseños de la Universidad de Washington se encuentra un envase para recipientes de cristal o un florero.
Micotectura: el precedente que vino de la construcción
Aunque esta nueva investigación abre horizontes inéditos en la fabricación aditiva, el uso del micelio en el diseño de materiales sostenibles no es del todo nuevo. En el ámbito de la arquitectura, el concepto de micotectura ya ha dado lugar a proyectos experimentales en los que los hongos sustituyen al ladrillo tradicional. En lugar de cocerse a altas temperaturas, estos “ladrillos vivos” se cultivan en moldes a partir de residuos agrícolas, como cáscaras de maíz o restos de cáñamo.
Uno de los ejemplos más destacados es el del arquitecto Phil Ross, pionero en la utilización del micelio como base para crear estructuras sólidas y ligeras. En colaboración con diversas instituciones, ha desarrollado bloques modulares que pueden emplearse en construcciones temporales, aislantes acústicos o elementos decorativos. Este enfoque, tal como te contábamos en este artículo, pone de relieve el potencial del micelio no solo como sustituto del plástico, sino también como agente transformador en industrias intensivas en recursos como la construcción.
Más allá de su biodegradabilidad, el micelio ofrece ventajas logísticas considerables: es fácil de cultivar, se adapta a distintos entornos y su producción no requiere grandes infraestructuras ni un consumo elevado de energía. ¿Y las desventajas? Pues que se toma su tiempo para crecer y es menos robusto que otros materiales.
Este banco es una obra de arte impresa en 3D
Por supuesto, la impresión 3D puede recurrir a infinidad de materiales y resultados, tanto en la construcción de edificios como de mobiliario urbano. Un llamativo ejemplo, más allá del uso de micelio, es un banco fabricado por medio de la técnica contour crafting de impresión aditiva con cemento.
Esta técnica ha permitido crear un diseño curvilíneo más cercano a la escultura que a un simple banco funcional. La pieza, que se ha instalado en el patio central de la urbanización sevillana de Puerta Barqueta se imprimió en el plazo de veinte minutos y al día siguiente, una vez fraguado por completo, se transportó a su ubicación definitiva.
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